En 1950 la Asamblea General de las Naciones
Unidas proclamó el 10 de diciembre como el Día de los Derechos Humanos. Estos
derechos están inherentes en todos los ciudadanos y su realización es
indispensable para el desarrollo integral de la persona a nivel social. Todo el
conjunto de derechos están establecidos en la Constitución y en las leyes, y
deben ser reconocidos y garantizados por el Estado peruano.
¿Realmente se cumple lo mencionado líneas
arriba? No. Lamentablemente han pasado varios años desde la declaración de los
derechos humanos, y las violaciones a estos derechos fundamentales aún
persisten a vista y paciencia de todos. Basta salir a caminar por las calles
aledañas de los principales distritos de San Martín para darnos cuenta de la
desigualdad social que día a día padecen los que menos tienen.
Sólo como ejemplo: en cuanto a la salud, es
deplorable ver que en los establecimientos de salud públicos y privados atienden
a las personas peor que a los animales. Ni siquiera existe la infraestructura
adecuada para que un paciente se sienta cómodo y con la esperanza de sanar sus
dolencias. Y qué decir de la atención por parte del personal médico y
administrativo. Es probable que los pacientes que acuden a estos
establecimientos salen más enfermos de lo que ingresaron.
Y si hablamos del derecho a una educación de
calidad, pues ya tenemos los resultados del informe PISA 2012, que desnuda al
sector educación. Según este informe el Perú se ubica en el puesto 65 en
matemática, ciencias y comprensión lectora. La evaluación se realizó a 65
países, es decir, estamos en el último lugar. Sin duda, hay un sinnúmero de
problemas para mencionar y que todos ellos deben ser atendidos por el Estado.
Quizás muchas personas piensan que los derechos
humanos están lejos de nosotros y que sólo pueden ser violados por los
delincuentes o por el propio Estado, tal como sucedió en los dos gobiernos de
los ex presidentes Alan García y Alberto Fujimori. Sin embargo la realidad es
otra. Miremos a nuestro alrededor, salgamos a recorrer las calles de Tarapoto,
Morales y La Banda de Shilcayo, y nos podremos dar cuenta la realidad miserable
de varias familias.
Niñas y niñas que andan por
las calles buscando algo que comer, ancianos y ancianas que se meten a los
basurales para buscar materiales reciclables y poder venderlos para mantener a
sus hijos o nietos. Madres de familia, jovencitas y homosexuales que se
prostituyen en las calles para llevar algo que comer a sus hijos si es que los
tienen o familiares a cargo. ¿Y quién dice o hace algo? Así es señores, vivimos
en una realidad que no queremos ver, que no queremos escuchar y si lo hacemos
es sólo para despertar el morbo. ¿Dónde están los derechos humanos para estas
personas? ¿Y dónde está el Estado para garantizar su cumplimiento?
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