martes, 23 de febrero de 2016

El oportunismo y la doble moral

En estos pocos años que me desenvuelvo en el oficio periodístico, y al mismo tiempo participando en política no partidaria, he conocido a personas de todo tipo. Gente honesta, respetuosa y con principios muy claros. Gente admirable por su capacidad intelectual y sobre todo por su consecuencia con sus ideales, de quienes aprendí muchísimo en estos últimos años. Personas que definitivamente también influyeron mucho en mi formación y en mi carácter.

En el ambiente de participación política conocí a un grupo de jóvenes y adultos. Indiscutiblemente aprendí más de la generación con más años. En el camino hice amigas y amigos de ambos lados. Con los jóvenes compartíamos largas horas de debate, discutiendo de algún tema en común, por lo general de política. Existía mucha discrepancia, pero siempre con argumentos que nos permitían aprender cada día más de unos y otros.

Coincidíamos en un aspecto importante de la política: debíamos impulsar el cambio. Era un compromiso. Promovíamos los valores democráticos, éticos, respeto, tolerancia, ciudadanía, coherencia, etc. Asistíamos a un sinnúmero de capacitaciones dentro y fuera de la región. Algunos tuvimos la oportunidad de ganar algunas becas para reforzar nuestros conocimientos. Un buen grupo de jóvenes asumimos compromisos que hasta ahora siguen vigentes.

Organizamos cursos, talleres, debates entre candidatos a algún cargo público, ferias educativas, foros, conversatorios, etc. Una serie de actividades con el fin de promover y convencer de que sí era posible cambiar la política al cual nos habían acostumbrado, la misma que algunos todavía la rechazamos. Y así fue. Ahora el grupo ha crecido, se ha renovado y aún tenemos la esperanza de cambiar y poner la política al servicio del pueblo. Esta coyuntura electoral nos pinta un ambiente sombrío para quienes creemos en los principios, en la consecuencia como valores ciudadanos.

Y justamente por eso debo decir con mucha pena y lástima que algunos jóvenes, a quienes consideré mis amigos, ahora los veo embriagados con los cócteles del oportunismo. Con las idas y vueltas de la doble moral, y tan frívolos con plata como cancha. Otros que con biblia en mano y en nombre de Dios se van con su estrella opacada por la corrupción. Amigas y amigos con quienes siempre hemos criticado y asqueado estas formas de politiquería. ¿Qué diablos les ha pasado? No lo sé. Asumo que nunca lo dirán por vergüenza, aunque para ser sincero ahora dudo mucho que conozcan ese sentimiento.

En años anteriores este grupo de jóvenes se indignaban cuando veían a un candidato/a acusado de corrupción postulando a algún cargo, ahora los veo pegando sus afiches de campaña, alzando entre hombros e invitando a votar por ellos. Defendiendo a capa y espada lo que antes en un momento de sobriedad criticaban y rechazaban tajantemente. ¿Con jóvenes así, de qué cambio estamos hablando? 

Las campañas electorales, entre otras cosas, nos muestran el oportunismo y la doble moral de la gente. Jóvenes que antes  predicaban el cambio y la  renovación de la política para ponerla al servicio de los demás, con decencia y consecuencia, ahora se alquilaron o vendieron al poder de turno, o al candidato con la mejor oferta, son los que más daño causan a la democracia. Exigen a otros candidatos o candidatas lo que ellos no pudieron cumplir. ¡No me jodan hipócritas!

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